Estar con nuestros hijos en casa nos hace sentir seguras de que estarán bien, pues nadie mejor que nosotras para cuidarlos, pero aunque disfrutamos y amamos su compañía, hay momentos en los que nos sentimos solas y esto resulta irónico porque aunque casi no tenemos momentos "a solas" como tal, hay unos en los que nos sentimos así.
Pasamos un fin de semana en familia disfrutando y llega el lunes, el día en el que todos, incluyendo el padre retoma sus actividades de la semana mientras que nosotras nos quedamos en casa. Hay días en los que entre quehaceres el tiempo vuela pero hay otros en los que no hay mucho por hacer, el peque duerme y el tiempo se hace eterno.
Es inevitable necesitar conversar con alguien un rato para sentirnos despejadas de la rutina agobiante, pedir a gritos internamente hacer algo más, como sentirnos útiles y productivas; y eso no nos hace las brujas del cuento, allá afuera hay un mundo y es normal querer ser parte de él, es cierto que nadie como la madre para cuidar a sus hijos pero también es cierto, que somos seres individuales con deseos y necesidades propias, esto no nos hace ser egoístas ni malas, somos un ser humano como cualquier otro, tenemos derecho a soñar y a trabajar por hacer esos sueños realidad, no por el hecho de ser madres debemos renunciar a ellos
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